ERIC DUPORT JARAMILLO
Como lo señalamos la semana pasada, la empresa familiar es aquella en la cual la familia controlante conserva la mayoría decisoria y tiene una vocación de permanencia en el tiempo a través de los miembros de la misma familia. Esto, como es natural, tiene sus complejidades que marcan una fuerte estadística de mortalidad de sociedades con el paso de una generación a la otra.
Para garantizar la continuidad de la empresa de familia, a pesar de las dificultades propias de este tipo de entidades, se debe realizar un trabajo planeado y querido por los fundadores de la empresa y desarrollado en conjunto con los integrantes de su familia que da como resultado el llamado protocolo de familia.
Podemos definir este protocolo como el acuerdo al que llegan los miembros de una familia empresaria que establece las reglas de juego entre ellos y en torno a la empresa familiar. Sin embargo, más que un contrato, es un proceso que se desarrolla en el tiempo y el cual tiene sentido en la medida que se logren los consensos que guiarán las relaciones entre los familiares, los accionistas y quienes laboran en la empresa. Su cumplimiento se da, más que por fuerza legal, por el convencimiento que tienen éstos de garantizar el bienestar de la empresa y de la familia en el tiempo.
Algunas de las ventajas más importantes de realizar este proceso de construcción familiar son precisamente la posibilidad de inculcar en la familia la capacidad para resolver sus propios problemas, ya que cada miembro reconoce y acepta su papel, sus derechos y también sus deberes tanto dentro como por fuera de la empresa. En efecto, no todos los familiares serán necesariamente empleados de la empresa, ni tampoco participarán en los órganos de dirección, incluso algunos serán completamente apáticos al desarrollo del negocio familiar. Para cada uno de ellos se deben definir las reglas que permitan una sana comunicación que genere confianza y transparencia entre todos sus miembros a través de canales de comunicación diseñados para tal fin.
Un proverbio africano señala que “en lucha de elefantes, la hierba es la que sufre”. Lo traigo a colación puesto que el hecho de no contar con un instrumento para la prevención y neutralización de conflictos entre miembros de una empresa familiar, termina generando profundas heridas entre personas que generalmente nada tienen que ver con las diferencias que originaron el conflicto. El protocolo de familia permite por lo tanto definir los mecanismos que se utilizarán para dirimir estos conflictos, evitando a toda costa los daños colaterales que estos puedan generar.
Finalmente, podemos destacar que el protocolo es un instrumento muy valioso que facilita el proceso de relevo generacional y gerencial, no solo porque permite generar una reflexión en relación a los tiempos y formas como se deben llevar a cabo, sino porque contempla la situación particular de las personas involucradas, buscando que su bienestar no esté en contravía de la salud de la organización.
La próxima semana profundizaremos en las etapas que se surten para la construcción del protocolo de familia y analizaremos otras ventajas de realizarlo.
eduport@duportabogados.com