Caso de la vida real
Por Eric Duport Jaramillo
Esta semana recibí una llamada de una persona que vive fuera del país y que estaba muy confundida por el manejo que su socio en Colombia, le estaba dando a la compañía en la cual cada uno tiene el 50% de la participación accionaria. Lo que resulta curioso es que cada una de las quejas que él tenía, corresponden a lo que generalmente expongo en los seminarios y conferencias que dicto en materia de gobierno corporativo, lo que reafirma que este no es un tema exclusivo de las grandes corporaciones, sino que aplica a cualquier empresa, independientemente de su tamaño.
En efecto, este inquieto accionista empezó su historia por el exceso en las atribuciones que se había conferido su socio, quien al mismo tiempo es el representante legal de la empresa. Unilateralmente se había impuesto su salario por un monto que no corresponde al tamaño de la empresa, ni al sector donde participa. Esta es una práctica habitual en los gerentes-accionistas cuando sus socios no tienen el tiempo o el interés de controlar el manejo de las empresas y que con el paso del tiempo se convierten en decisiones muy difíciles de revertir, no solo desde el punto de vista laboral, sino desde el punto de vista societario.
Por otro lado, le llamaba mucho la atención a este accionista que su socio haya creado el cargo de secretaria de gerencia, cuando las actividades del gerente, en el caso de esta empresa, no requieren de un apoyo operativo adicional al que brinda el resto del personal administrativo de la organización. Este resulta ser un tema de gran importancia desde el gobierno corporativo puesto que la definición del organigrama de la empresa debe corresponder a criterios objetivos, relacionados con el presupuesto y con la visión estratégica de la compañía. Un cargo más, como en este caso, puede corresponder a una disminución en la carga de trabajo para el gerente, quien mantendrá la misma remuneración, pero con un costo adicional en la operación de la empresa.
Prosiguió el aterrado accionista contándome que, además, su socio se estaba haciendo un pago mensual correspondiente a las utilidades anticipadas que le correspondía, ya que su salario no era suficiente para sostener su nivel de vida. En este punto mi preocupación aumentó, e incluso, me solidaricé con él al explicarle que la figura de las utilidades anticipadas es una invención muy criolla, inexistente legal y contablemente, toda vez que las mismas se verifican una vez se realice el cierre fiscal y sean aprobadas por la asamblea de accionistas. El pago de las utilidades anticipadas no es nada diferente a un préstamo realizado por la sociedad el cual se debe llevar a la contabilidad. Si al finalizar el ejercicio contable, la empresa genera utilidades, el accionista podrá compensarlas con lo que le corresponda en utilidades. En este caso, no existió una autorización de la asamblea de accionistas, o al menos, del otro 50% de las acciones, para realizar esta operación.
Para finalizar, mi interlocutor me dijo que la empresa le debía una suma muy significativa de dinero, por gastos que él había asumido directamente y que estaba muy preocupado que esa plata se le perdiera. Le pregunté por los soportes contables de esas operaciones y respondió, con vergüenza, que nunca se habían llevado a la contabilidad.
En fin, en esta historia, la cual es el reflejo de una conversación de veinte minutos, se reúnen varios de los peores síntomas de una empresa a la cual le hacen falta buenas prácticas de manejo empresarial. Estas y otras situaciones serán profundizadas en futuras columnas en las cuales trataremos de aportar algunas soluciones.